jueves, 9 de enero de 2014

Urdiain: 1655: danzas, palos y escudo de Galarza

Martín Galarza contra Juan Bengoechea, preso, sobre agresión con un palo y muerte de Miguel Galarza, hijo de Martín y María Fernández de Garayalde y Lazcano.
            El domingo, 20 de junio de 1655, por la noche, discuten varios jóvenes y Miguel Galarza recibe un golpe en la cabeza, que lo derriba.
El 25 junio declara el herido, Miguel Galarza, y dice que el día 21, lunes, “antes de amanecer haviéndose partido cada uno a su casa, después de haver andado toda la noche con el juglar regocijando el lugar, se quedó este declarante junto a la casa de su dicho padre en compañía de Thomás de Çubiri, mancebo
natural del dicho lugar, y al cabo de poco rato oyó este testigo que el acusado se quejaba de que alguno le havía dado de pedradas y que también antes de agora lo tenía arto enfadado y injuriado y haviendo llegado él a este declarante y el dicho Çubiri, siempre el dicho acusado reiteraba dichas palabras y haviéndole echo cargo este declarante que con quién las havía, le respondió que contra él, y este declarante le replicó que mirase lo que decía, pues él no le havía injuriado en cosa alguna, y como tanto insistía el acusado que este declarante le había injuriado, le dio un empujón al acusado y con su mano ampla, deciéndole se fuera con Dios, que no quería con él nada y luego el acusado lebantó con las dos manos un palo que traya, y le dio por la cabeça abaxo con él, y lo echó en tierra; pero sin embargo de todo lo dicho y de qualesquiera injuria de las dichas o otras que en este mundo le aya echo el acusado desde aora y para en caso que su Divina Magestad lo llamase de este mundo al otro, por la razón de este dicho caso le perdona este declarante, porque Dios a él le perdone, pide y suplica al Virrey y Regente, Oidores y Alcaldes de la Real Corte de este Reyno no condenen a muerte ni a otra afrenta alguna al acusado por razón de lo dicho, dello fueron testigos Don Martín de Galarza, abad del dicho lugar, y Don Juan de Eliçalde, su beneficiado”.
            El 25 de junio de 1655 explica la situación el cirujano de 40 años, Domingo Zabala, vecino de Alsasua; acudió cuando le llamaron, el lunes por la mañana, “y habiendo visto al dicho herido y reconocido la herida, halló que tenía un golpe contuso en la cabeza, en la parte izquierda sin llaga, y lo curó y después acá lo a curado por tres veces asta ayer juebes, que no lo pudo conocer si havía fractura y ayer le abrió y conoció que tenía una fractura grande y lo curó y visto que requería compañía, por ser la herida de grande cuydado y peligro, pidió compañía y ansí le an dado oy dicho día compañía.”
Pedro Ruiz de Eguino, cirujano, vecino de Salvatierra,
Pedro de Sasin, cirujano, vecino de Echarri Aranaz, de 35 años, y
Domingo Zabala, el cirujano de Alsasua, certifican que del golpe, “tiene quebrado todo el hueso petroso con mucha fractura y larga, de la qual herida al presente está el dicho Miguel de Galarza de grandísimo peligro de su vida”.
            Ese mismo día 25 de junio declara ante el Alcalde del Valle de Burunda, Martín Bengoechea, mancebo de 21 años, hijo de Juanes; dice que estuvieron toda la noche con el juglar, y “después de despedido al dicho juglar se dividieron cada uno a su casa y yendo este testigo y el acusado a sus casas se quedaron sentados en las puertas de la casa de este testigo, y estando así tiraron tres pedradas, y visto esto este testigo y el acusado fueron en busca de los que así havían tirado y encontraron al herido y a Tomás de Çubiri mancebo, a los quales haviéndole dicho que por qué les havían tirado de pedradas, y ellos dixeron que no havían tirado de pedradas, aunque si bien confesó el dicho Tomás compañero del herido que él havía tirado tres pedradas, aunque no las havía tirado con ánimo de injuriar, ni perjudicar a este testigo ni al acusado, y con esto partieron de allí y a poco trecho el acusado empeçó a alterarse y decir mal del dicho herido, deciendo que de antes le tiene arto injuriado, pues el a dado artas ocasiones, y a esto llegaron luego el dicho herido y el dicho Thomás y Martín de Iturralde, y habiéndole hecho cargo el dicho herido que de qué se quejaba, pues él no le havía injuriado en cosa alguna por donde supiese, y el dicho acusado le dixo que sí, que antes y todo le tiene dada arta ocasión, y a esto el dicho herido le dixo que mentía, y el dicho acusado le replicó que más mentía él, y sin más con un palo grande que tenía en las manos lo lebantó con las dos manos y le dio en la cabeza, y lo echo sin sentido en tierra, y este testigo y el dicho Martín de Iturralde lo lebantaron y lo llebaron a casa de él dicho quexante su padre, y el dicho Tomás fue seguiendo al acusado”.
            “Martín de Iturralde, mancebo, criado en servicio de Gabriel de Arbiçu, herrero... de 20 años”, dice que volvía, cuando discutían de hacer un encargo de su amo de Iturmendi, y concuerda con los demás testigos.
            Tomás de Zubiri, hijo de Juanes, de 22 años, estuvo con los demás toda la noche de juerga; repite lo ocurrido y después de la discusión dice: “lebantó el acusado un palo grande con las dos manos y le dio por la cabeza abajo y lo echó en tierra y se fue huyendo el acusado acia su casa y este testigo le siguió y de miedo que le diese otro golpe a este testigo, supuesto no tenía armas, lo dexó se entrara en casa de sus padres”.

            Con estas declaraciones queda preso en la cárcel de Burunda Juanes Bengoechea, y el Alcalde Antón Aguirre, vecino de Ziordia, determina enviarlo a las Cárceles Reales de Pamplona; así lo encargó al Regidor de Urdiain Juanes Mendía y le manda que “tenga prevenidos ocho hombres de satisfacción con sus armas, pena de la vida, para llebar a una con el Teniente del dicho lugar y una cabalgadura, en que a de yr amaniatado la persona de Joanes de Vengoechea, preso acusado, por lo que resulta de la información al dorso escrita, dicha mañana, lunes contado 28 del presente mes antes de amanecer”. ...

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