viernes, 31 de enero de 2014

Cárcar - Urdiain: 1799: robo y muerte de un arriero

Proceso contra Sebastián Lorente y Ruiz, vecino de Cárcar, sobre hurto y agresión a Juan Miguel Goicoechea, alias Cascachuri, arriero vecino de Urdiain, con resultado de muerte.
            A finales de febrero de 1799 se dice que “se ha hallado el cadáver de Juan Miguel de Goicoechea, natural de Urdiain, Valle de Burunda, de oficio arriero en las inmediaciones de el bocal del regadío de la villa de Cárcar con ocho heridas ejecutadas las tres con instrumento cortante como puñal o guifero, y las cinco contusas todas de peligro no dudando que fue precipitado al río después de muerto”, y tres machos, uno muerto.

            Entre las cosas que tenía el macho de 6 años, ahogado, había “un capusai” y llevaba allí unos 4 ó 5 días en el río Ega. La recua de Goicoechea se componía de 3 machos, uno con collar de campanillas; solía andar con mucho dinero correspondiente a sus mercancías de azúcar, cacao, sardinas, etc.
            Cuando le sacaron del agua estaba “vestido con camisa, ajustador de bayeta o paño blanco con mangas, calzón de paño negro, polainas de lo mismo, zapatos y una cuerda atada por debajo de los brazos asta la cintura”. En los bolsillos no tenía nada. Lo llevaron al hospital de Lerín, donde algunos reconocieron el cadáver: “es sin ninguna duda el mencionado Juan Miguel Goicoechea, alias Cascachuri”.
            Suponen que estuvo en Lodosa y estudian el recorrido que habría hecho el muerto.
El 16 de febrero de 1799 Juan Miguel Goicoechea sale de su casa de Urdiain con 3 machos cargados con dos carga de sardinas y una de cacao; lleva también pellejos con su iniciales para traer vino al volver.
El día 18 llegó a la villa de Larraga, entre 11 y 12 de la mañana, y puso en venta las sardinas; después se fue diciendo que iba a Tafalla a vender el cacao y que volvería a los dos o tres días para percibir el importe de las sardinas.
El 20 va hacia Falces sobre las 8 menos cuarto de la mañana a vender cacao, y con la idea de que si allí no lo vendía, se lo llevaría a Lodosa; por tanto ese día 20 está en Falces, “con la carga de cacao para ver si sus zereros o mercaderes se la querían comprar”.
El matrimonio de Cárcar “Antonio Ursua, alias Mayo”, labrador de 24 años, y María Teresa Oteiza y Perusqui de 23, recuerdan la estancia de “un arriero no conocido y burundés según el traje... traje burundés... vestido a los burundés”. Era “Juan Miguel Goicoechea con montera negra, y jubón encarnado sin mangas sobre otro blanco con ellas”, más cinturón, cartera, chupa de paño negro forrada y de botones “de los que llaman de pez o ballena”, con bolsillos con tapas o cubiertas; iba con “tres machos, cargado el uno con dos fardos de cacao y el zaguero con el collar de campanillas”. (folio 14-15) Con estos detalles, los dados del cadáver y lo añadido después por Francisco Fernández de Garayalde y Lazcano, la viuda y el sastre que hizo la chupa queda descrito el “traje burundés”.
Juan Miguel salió de Peralta hacia la una del mediodía del 20 de febrero: “desde la villa de Peralta necesitan comúnmente las caballerías de arrieros, estando cargadas y viajando por los caminos regulares, como es para llegar a la de Andosilla tres oras de tiempo, quatro a la de Cárcar, seis a la de Lerín y este o igual tiempo a la de Lodosa”. (folio 16)
El 5 de marzo se ausenta de su casa de Cárcar Tadeo Oteiza, sin que hubiese aparecido más; ese mismo día habían detenido a su socio Sebastián Lorente; habían matado al arriero de Urdiain en la carretera de Peralta hacia Lerín en término de éste último, “cerca del Corral de Calbo”. Si, cuando asaltaron al arriero entre ambos, le preguntan a Sebastián Lorente, hizo resistencia y dice: “Hai, ia hizo, pero de un pastrón, que viene a ser un bofetón, lo bulqué, y Tadeo el pegó tres o quatro nabajadas”, (“pastrón que viene a ser un bofetón o revés”); después tiraron al agua, a una con el arriero, un macho, “en aquella noche sobre la Zerrada o Presa de Cárcar” del Regadío. Es decir “sobre la Presa del Regadío de Cárcar, situada en el término o paraje que llaman Los Pintados”, “Los Pintados o Ibarquiza”. (f. 47-48v) Donde apareció el macho muerto, ahogado, de 6 años, de pelo rojo y recién herrado en las cuatro patas. Quemaron los apuntes, que llevaba el arriero y dice “que hera mucho lo que le debían varias personas”.
Sepultura: Juan Miguel Goicoechea, que tendría unos 38 años, fue enterrado en Lerín el 1 de marzo de 1799, “dentro de la parroquial por su cabildo eclesiástico en una sepultura, que hay en mitad del cuerpo de la iglesia frente a la puerta del coro”.
Declaración del Cirujano el 1 de marzo de 1799 ante el Alcalde mayor Manuel Urrea y el escribano José Jiménez:
 “En siguiente el dicho Señor Alcalde mayor hizo comparecer a su presencia y al de mí el escribano infrascrito a Manuel de Uxaravi, Maestro Cirujano conducido en esta villa, a quien se le recivió juramento en forma de derecho para que declare las heridas que le ha hallado a Juan Miguel Goicoechea, arriero de profesión, que se le ha encontrado ahogado, y conducido al Santo Hospital, y absuelto, declaró que la tarde del día de oy ha sido llamado por el dicho Señor Alcalde a dicho Santo Hospital en donde se hallava depositado el cadáver de dicho Goicoechea, y habiéndolo reconocido exacta y prolijamente ha hallado que el susodicho tenía una herida como de dos dedos trasversos y al través en el cuello bajo del hueso petroso, que penetraba hasta las mismas vértebras, hiriendo en este tránsito varias ramificaciones de las yugulares y carótida externa dirijiéndose dicha herida hacia la parte posterior de la que precisamente havía de resultar grande flujo de sangre, la que por su esencia por razón de las partes lesas hera o podría ser de mucho peligro; otra también ejecutada en el lado derecho de la magnitud de un dedo trasverso, y penetraba hasta cerca de las vértebras del cuello situada alado de la laringe resbalándose sobre esta misma interesándose en este tránsito la vena yugular y carótida externa de las que necesariamente resultó un flujo de sangre imposible de contenerlo o corregirlo y consiguientemente hera esta herida de necesidad mortal, sin que en ello le quede la menor duda; otra herida entre el extremo de la mandígula inferior y el hueso petroso de la magnitud como de un dedo al través y penetraba como de unos tres dedos interesando los comunes tegumentos y dirigiendo el instrumento orizontalmente o de arriba para avajo por razón de la dirección de la herida y interesando a un mismo tiempo que fue ejecutada el extremo inferior o pendiente de la oreja derecha cuio extremo no pareció por hallarse separado, cuia herida por su esencia no hera de peligro y las tres, que lleva declarado, fueron ejecutadas con instrumento cortante y punzante como cuchillo, puñal o guifero o otra arma semejante; igualmente halló varias heridas en la cabeza y una de ellas hera de la magnitud de quatro dedos trasversos y con algunos jiros situada sobre la sutura coronal y penetraba los comunes tegumentos y contuso el pericranio, la qual así por su esencia como por la parte ofendida hera de peligro; otra herida sobre el extremo de los músculos temporales sobre el parietal izquierdo, que penetraba dichos músculos hasta el pericranio y era de la magnitud de una pulgada al trabés, cuia herida así por su esencia como por la parte que ocupaba era también de peligro; otra sobre la sutura sagital de la magnitud de una pulgada al través que penetrava los tegumentos, la que por su esencia y parte ofendida era de peligro: otra sobre la sutura obcipital como de dos dedos de longitud y penetrava los tegumentos hasta el pericranio, la qual así por su esencia como por la parte ofendida era de peligro; otra sobre el hueso obcipital de la magnitud de quatro dedos en circuito con separación de una porción de tegumentos y pericranio, la que así por su esencia como por la parte que ocupaba e instrumento contundente, con que fue ejecutada ésta y las quatro anteriores, que se hallan situadas en la caveza, como queda advertido, ya haian sido dadas estas partes ofendidas contra instrumento duro, boto o pesado o estos mismos contra las mismas partes y los accidentes primitivos que han podido resultar y que en el mismo acto del reconocimiento se manifestaban a la vista como hera el hechar sangre por el oído derecho y señal de haver echado por las narices, que todo esto podía resultar de un derrame de sangre debajo del cranio y seguirse también una grande comoción en consecuencia de los muchos golpes y considera por lo expuesto que estas heridas en unión heran suficientes sin las antecedentes que lleva declaradas para producir necesariamente la muerte y añade a pregunta particular que se le hace que según los signos que previenen los autores en semejantes casos, como son no haver recivido agua el cadáver ni tener gastadas las yemas de los dedos como regularmente las tienen los que caen a la agua o son precipitados a ella estando vivos, forcejeando por livertarse de aquel peligro, entiende el declarante que lo echaron al río después de muerto. Esto declaró en virtud del juramento prestado y leídole se afirmó y firmó con dicho Señor Alcalde mayor y en fee de ello yo el escribano.
Don Manuel de Urrea
Manuel Uxaravi
Ante mi Ximénez, escribano”. (f. 53v-55v)
            Declaran varios testigos:      
Francisco Fernández, posadero de Lerín, de 45 años dice que “haviéndolo sacado del agua el cadáver conoció ser el de Juan Miguel de Goicoechea, alias Cascachuri”. (f. 56v)
            “Lucas Erdocia, arriero natural del lugar de Cigordia... de 23 años”, cuando se hallaba en la posada, le invitaron a ver las ropas y se inclinó porque eran de Juan Miguel, “alias Cascachuri natural de Urdiain”, y dijo que se dedicaba al azúcar y al cacao y que de vuelta solía llevar vino, en las tres caballerías y cinco pellejos que usaba.
            Josefa Romero, de 32 años, casada con el acusado Sebastián Lorente, “Sebastianillo”, tenía un hijo, Antonio, de 14 años.
            “Gregorio Martínez, alias Pichote”, de Cárcar.
            Juan Miguel era primo de Andrés de Goicoechea, cerero de Estella. El 27 de febrero de 1799 se presentan en Sesma Andrés de Goicoechea y Ramón López de Goicoechea, vecinos de la ciudad de Estella y se hacen cargo de los machos abandonados, que encontraron en término de Sesma, en “Sesmilla”.

“Yerbas correspondientes a la Corraliza o Corral de Don Pedro Lozano, sito en el término de Lasarda, entendiéndose asta la presa del Regadía de Cárcar”.... SIGUE COMPLETO EN PDF 18 P

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