Para acercarse a la realidad económica de la villa de Cintruénigo sirve la documentación conservada en los Tribunales Reales; principalmente los informes efectuados por los llamados jueces de residencia. Los nombraba el Consejo Real y se desplazaban a los pueblos: les acompañaba un escribano receptor de las declaraciones.
Su misión era recibir las quejas de los vecinos, analizar la actividad económica, revisar las cuentas, ajustar ordenanzas, atender a la moralidad de las fiestas y del comportamiento de las personas; se interesaba por el cumplimiento de las obligaciones, que correspondían a los cargos públicos y de si la justicia se había aplicado con equidad.
Su llegada se anunciaba por las calles con un bando; se daba a conocer su nombramiento y su cometido. Después de recibir los testimonios y revisar las cuentas, dictaba normas y sentencias.
La principal idea, que llevaba al control de los gastos concejiles, estaba en limitarlos todo lo posible; se intentaba suprimir los festejos locales, reducir los banquetes de entierros, bodas, misacantanos y bautizos, persiguiendo el que acudieran a ellos amigos y parientes no cercanos. Todo con la mira de que los abastecimientos, para el tránsito de tropas, estuvieran en las mejores condiciones de consumo.
La cobertura moralista y pseudorreligiosa de esta intención central chocaba con las costumbres y con el lógico esparcimiento, que la población necesitaba dispensarse en su trabajosa vida. sigue en pdf
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