1828
Urriza 1829 Lecumberri
1828
Urriza
“Sobre el robo del copón y las
formas consagradas, custodia y cruz de plata de la iglesia del lugar de Urriza”
El golpe, con muy poco temor de
Dios, se dio el 10 de marzo de 1828 por la noche y aun mejor al amanecer del
día 11 “habiendo robado el piscis con las ostias consagradas, una cruz y
custodia”, siendo párroco de Urriza don Manuel de Lizasoain y Lizarraga; su
ama, María Antonia Gorriti de 22 años, que además de criada “hacía las veces de
sacristán”, fue la primera persona que se dio cuenta del caso.
“Certifico io el receptor
infrascrito que la mañana de hoy he pasado por la madrugada a la yglesia
parroquial de este lugar con el regidor del mismo y otros sugetos y haviéndola
visto y registrado a una con el campañario y otros rincones nada se encontró en
ella, solo había una viga de diez y siete pies de largo a modo de un docen todo
augerado con nuebe palos a modo de escalera y palos semejantes se acostumbran
tener en las vordas i corrales para echar la ierva a los ganados menudos
poniéndolo en las paredes, el cual según se dice por María Antonia Gorriti,
criada del cura párroco, fue allada al par de la torre caída al suelo, por la
que pudieron subir fácilmente a la torre, que está muy baja, que también existe
mucha porción de maderos, porque están componiéndola a causa de aber quitado el
altar mayor así como varias (ilegible) de los maestros: que el sagrario donde
estaba el Santísimo Sacramento y cuio sagrario está en el segundo altar en el
lado del ebangelio sobre la mesa altar de bastante capacidad, sobredorado por
dentro y fuera, rota la puerta según demuestra a fuerza de varios golpes con
martillo de ierro o varra y dentro no existe más que el mantelcillo
acostumbrado: que de las campanas o sus portaladas al suelo del cementerio hay
diez y ocho pies castellanos y desde la puerta de la yglesia asta la del cura
párroco ciento y catorce: la yglesia está situada (ilegible) y hacia la casa
del cura párroco de una a otra muy distante y separadas unas de otras y la
yglesia en bastante elevación. Para que conste en Urriza doce de marzo de mil
ochocientos veinte y ocho. Arrieta, escribano receptor”.
“Certifico que con el laudable fin
de indagar los autores del orroroso crimen que motiban estas diligencias he
practicado diligencias extrajudiciales informándome del cura párroco y otros
vecinos a ver si tienen sospechas del autor o autores del robo o si la noche del
diez asta la mañana del once han visto gentes en el pueblo, me han asegurado
que ninguna cosa han observado en el particular, por cuia causa he tenido por
oportuno escrivir un oficio a los regidores de los pueblos de Udabe, Beramendi,
Ichaso, Yaben, Echalecu, Eraso y Latasa, que se allan inmediatos y los más próximos
para que”, practiquen las averiguaciones procedentes. (José María Arrieta,
receptor)
Testimonios a partir del 12 de marzo
de 1828:
“Josefa Antonia Ulanga, residente en
este lugar, mesonera y tabernera, mujer de Santiago Goñi”, de 56 años.
La madre del cura era Juana María
Lizarraga, viuda de Martín José Lizasoain, de 62 años, declara que “la noche
del lunes once del corriente fue a la iglesia de este pueblo al rosario, que
dio su hijo don Manuel Lizasoain, a donde acudieron varios ombres y mujeres y
concluido éste y la doctrina, que explicó”, se fueron a sus casas.
Ignacio Forteis, residente en la
villa de Irañeta, oficio carpintero, estado casado... de 23 años... dijo que el
día 6 del corriente mes vino a la casa de su abad desde su casa con el aprendíz
Martín José, cuyo apellido ignora, a desacer la sacristía, altar mayor y hacer
más obras”; estuvo esa tarde en el rosario; después fue a casa del abad con su
criado y jugaron al mus; luego se acostaron. Recuerda que hacia las 6 de la
mañana fue la criada a tocar el Avemaría y es cuando descubrió el robo y
“registrado un tirador o cajón donde existía la ropa, cruz y custodia, no se
encontró allí ni ésta ni aquella”; vieron también que el sagrario tenía las dos
puertas rotas y que “faltaba el compón con sus formas consagradas”.
“Martin José Curuceaga, soltero
natural del lugar de Betelu, criado de Ignacio Forteis”, de 27 años
Isidoro Ansorena, labrador,
propietario, vecino de Urriza, de 52 años, vio que habían robado y “que la cruz
pesaría como quiera media arroba; el copón es muy pequeñito redondo con una
cajita y custodia a una con el cáliz costó 40 duros, pero el cáliz lo tenía el
abad en su casa”.
Un testigo asegura que para entrar
se utilizó “una viga o palo de aya, aujerado a modo de escalera con unas
gradas... y exivida la viga dice le parece es propia del palaciano de Udabe,
que estaba en la borda del mismo palacio para dar de comer a las ovejas”.
En la Venta de Urriza declara “José
Iriarte, ventero de la misma y vecino del pueblo, labrador, propietario” de 45
años, dice que esa tarde fue al pueblo a “la salbe y rosario”, de Urriza.
“José Joaquín Garaicoechea, soltero,
natural del lugar de Zuazu, del valle de Araquil y residente en este lugar
(Urriza) de oficio labrador” de 20 años.
“Testigo 21. Enseguida reciví
juramento de Martín Sarasola, soltero, natural y residente en esta lugar,
auxiliador de el camino para Lecumberri, para que diga verdad en lo que sea
preguntado, dijo es de edad de treinta y dos años y siéndolo por el tenor de la
comisión precedente enterado dijo que el testigo es auxiliador de los caminos
para los que transitan hacia Lecumberri y de allí asta cerca de las Dos
Hermanas, que el día diez estubo junto el camino acompañando a los que subían y
bajaban dicho camino y por la tardeada se retiró a esta posada a dormir y a
ella acudieron algunos vecinos del pueblo, los cuales se retiraron para las
ocho y el testigo se quedó en ella y fue a dormir a las diez, que la siguiente
mañana se le notició en la cama por la dueña de Garaicoechea que en la yglesia
habían robado el copón, custodia y cruz de plata y formas consagradas, mas el
deponente no sabe ni a oído por quién: que desde la noche del diez a la mañana
del onze no oyó ruido ni gentes sospechosas y responde ser lo dicho la verdad
por el juramento prestado, leydole esta su deposición en ella se afirmó,
ratificó, no firmó por decir no sabe y en fee de ello io el receptor. Ante my,
José María Arrieta, receptor”. Otros testigos le citan como “guardiano”.
“Juan Miguel Muguiro, vecino del
lugar de Udabe, estado casado, oficio labrador, dueño de la casa denominada
Palacio”, de 40 años, asegura que el palo no era suyo, pues el que tiene para
dar de comer a las ovejas está en su borda.
Juan Francisco Aguirre, soltero,
natural de Ataun, pastor del ganado de Juan Miguel Muguiro, de 41 años explica
que como esa especie de escalera hay en todas las bordas, “que sirven para
echarles ierba a los ganados” y que a ellos no les ha faltado ninguna.
“Juan Bautista Satostegui, estado
casado, molinero en el molino de Eraso”, de 25 años. (Testigo 33)
“Testigo 34. Francisco Odriozola,
soltero, natural del lugar de Andoain, provincia de Guipúzcoa, criado del molinero
del lugar de Eraso”, de 42 años, iba a Latasa al día siguiente del robo, y “vio
junto a un árbol tres personas, que estaban quedas junto al árbol, el uno con
un capusay y cuando pasó por frente, así mismo estubieron sin moverse y no los
conoció”.
El testigo 50º es don Martín de
Lizasoain y Lizarraga, abad de Urriza, de 27 años y declara que deshacían la
sacristía para hacerla de nueva planta y vieron que faltaba “la cruz de plata,
la custodia de lo mismo y una cajita de plata, que servía de copón, como una
cajita redondita con una crucecita encima”, también “faltaban unas doce ostias
consagradas... no sabe el precio de la cruz, copón ni custodia, pero se
persuade no heran de mucha estimación”.
El asunto quedó pendiente; al
carecer de pistas para perseguir al ladrón o ladrones, la Corte decreto el 6 de
junio de 1828 quedase sobreseída la causa. Se consultó el 5 de diciembre de
1829, pero sin indicio alguno de culpable, que por otra parte lo hubiera pasadobastante mal. (AGN Procesos Sentenciados, Juan José Francés, fajo 2º, 1828, Nº2) ... PDF