Proceso contra Sebastián Lorente y Ruiz, vecino de Cárcar,
sobre hurto y agresión a Juan Miguel Goicoechea, alias Cascachuri, arriero
vecino de Urdiain, con resultado de muerte.
A finales
de febrero de 1799 se dice que “se ha hallado el cadáver de Juan Miguel de
Goicoechea, natural de Urdiain, Valle de Burunda, de oficio arriero en las
inmediaciones de el bocal del regadío de la villa de Cárcar con ocho heridas
ejecutadas las tres con instrumento cortante como puñal o guifero, y las cinco
contusas todas de peligro no dudando que fue precipitado al río después de
muerto”, y tres machos, uno muerto.
Entre las
cosas que tenía el macho de 6 años, ahogado, había “un capusai” y llevaba allí
unos 4 ó 5 días en el río Ega. La recua de Goicoechea se componía de 3 machos,
uno con collar de campanillas; solía andar con mucho dinero correspondiente a
sus mercancías de azúcar, cacao, sardinas, etc.
Cuando le
sacaron del agua estaba “vestido con camisa, ajustador de bayeta o paño blanco
con mangas, calzón de paño negro, polainas de lo mismo, zapatos y una cuerda
atada por debajo de los brazos asta la cintura”. En los bolsillos no tenía
nada. Lo llevaron al hospital de Lerín, donde algunos reconocieron el cadáver:
“es sin ninguna duda el mencionado Juan Miguel Goicoechea, alias Cascachuri”.
Suponen que
estuvo en Lodosa y estudian el recorrido que habría hecho el muerto.
El 16 de febrero de 1799 Juan Miguel Goicoechea sale de su
casa de Urdiain con 3 machos cargados con dos carga de sardinas y una de cacao;
lleva también pellejos con su iniciales para traer vino al volver.
El día 18 llegó a la villa de Larraga, entre 11 y 12 de la
mañana, y puso en venta las sardinas; después se fue diciendo que iba a Tafalla
a vender el cacao y que volvería a los dos o tres días para percibir el importe
de las sardinas.
El 20 va hacia Falces sobre las 8 menos cuarto de la mañana
a vender cacao, y con la idea de que si allí no lo vendía, se lo llevaría a
Lodosa; por tanto ese día 20 está en Falces, “con la carga de cacao para ver si
sus zereros o mercaderes se la querían comprar”.
El matrimonio de Cárcar “Antonio Ursua, alias Mayo”,
labrador de 24 años, y María Teresa Oteiza y Perusqui de 23, recuerdan la
estancia de “un arriero no conocido y burundés según el traje... traje burundés...
vestido a los burundés”. Era “Juan Miguel Goicoechea con montera negra, y jubón
encarnado sin mangas sobre otro blanco con ellas”, más cinturón, cartera, chupa
de paño negro forrada y de botones “de los que llaman de pez o ballena”, con
bolsillos con tapas o cubiertas; iba con “tres machos, cargado el uno con dos
fardos de cacao y el zaguero con el collar de campanillas”. (folio 14-15) Con
estos detalles, los dados del cadáver y lo añadido después por Francisco
Fernández de Garayalde y Lazcano, la viuda y el sastre que hizo la chupa queda
descrito el “traje burundés”.
Juan Miguel salió de Peralta
hacia la una del mediodía del 20 de febrero: “desde la villa de Peralta
necesitan comúnmente las caballerías de arrieros, estando cargadas y viajando
por los caminos regulares, como es para llegar a la de Andosilla tres oras de
tiempo, quatro a la de Cárcar, seis a la de Lerín y este o igual tiempo a la de
Lodosa”. (folio 16)
El 5 de marzo se ausenta de su
casa de Cárcar Tadeo Oteiza, sin que hubiese aparecido más; ese mismo día
habían detenido a su socio Sebastián Lorente; habían matado al arriero de
Urdiain en la carretera de Peralta hacia Lerín en término de éste último,
“cerca del Corral de Calbo”. Si, cuando asaltaron al arriero entre ambos, le
preguntan a Sebastián Lorente, hizo resistencia y dice: “Hai, ia hizo, pero de
un pastrón, que viene a ser un bofetón, lo bulqué, y Tadeo el pegó tres o
quatro nabajadas”, (“pastrón que viene a ser un bofetón o revés”); después
tiraron al agua, a una con el arriero, un macho, “en aquella noche sobre la
Zerrada o Presa de Cárcar” del Regadío. Es decir “sobre la Presa del Regadío de
Cárcar, situada en el término o paraje que llaman Los Pintados”, “Los Pintados
o Ibarquiza”. (f. 47-48v) Donde apareció el macho muerto, ahogado, de 6
años, de pelo rojo y recién herrado en las cuatro patas. Quemaron los apuntes,
que llevaba el arriero y dice “que hera mucho lo que le debían varias
personas”.
Sepultura: Juan Miguel
Goicoechea, que tendría unos 38 años, fue enterrado en Lerín el 1 de marzo de
1799, “dentro de la parroquial por su cabildo eclesiástico en una sepultura,
que hay en mitad del cuerpo de la iglesia frente a la puerta del coro”.
Declaración del Cirujano el 1 de
marzo de 1799 ante el Alcalde mayor Manuel Urrea y el escribano José Jiménez:
“En siguiente el dicho Señor Alcalde mayor
hizo comparecer a su presencia y al de mí el escribano infrascrito a Manuel
de Uxaravi, Maestro Cirujano conducido en esta villa, a quien se le recivió
juramento en forma de derecho para que declare las heridas que le ha hallado
a Juan Miguel Goicoechea, arriero de profesión, que se le ha encontrado
ahogado, y conducido al Santo Hospital, y absuelto, declaró que la tarde del
día de oy ha sido llamado por el dicho Señor Alcalde a dicho Santo Hospital
en donde se hallava depositado el cadáver de dicho Goicoechea, y habiéndolo
reconocido exacta y prolijamente ha hallado que el susodicho tenía una herida
como de dos dedos trasversos y al través en el cuello bajo del hueso petroso,
que penetraba hasta las mismas vértebras, hiriendo en este tránsito varias
ramificaciones de las yugulares y carótida externa dirijiéndose dicha herida
hacia la parte posterior de la que precisamente havía de resultar grande
flujo de sangre, la que por su esencia por razón de las partes lesas hera o
podría ser de mucho peligro; otra también ejecutada en el lado derecho de la
magnitud de un dedo trasverso, y penetraba hasta cerca de las vértebras del
cuello situada alado de la laringe resbalándose sobre esta misma interesándose
en este tránsito la vena yugular y carótida externa de las que necesariamente
resultó un flujo de sangre imposible de contenerlo o corregirlo y
consiguientemente hera esta herida de necesidad mortal, sin que en ello le
quede la menor duda; otra herida entre el extremo de la mandígula inferior y
el hueso petroso de la magnitud como de un dedo al través y penetraba como de
unos tres dedos interesando los comunes tegumentos y dirigiendo el
instrumento orizontalmente o de arriba para avajo por razón de la dirección
de la herida y interesando a un mismo tiempo que fue ejecutada el extremo
inferior o pendiente de la oreja derecha cuio extremo no pareció por hallarse
separado, cuia herida por su esencia no hera de peligro y las tres, que lleva
declarado, fueron ejecutadas con instrumento cortante y punzante como
cuchillo, puñal o guifero o otra arma semejante; igualmente halló varias
heridas en la cabeza y una de ellas hera de la magnitud de quatro dedos
trasversos y con algunos jiros situada sobre la sutura coronal y penetraba
los comunes tegumentos y contuso el pericranio, la qual así por su esencia
como por la parte ofendida hera de peligro; otra herida sobre el extremo de
los músculos temporales sobre el parietal izquierdo, que penetraba dichos
músculos hasta el pericranio y era de la magnitud de una pulgada al trabés,
cuia herida así por su esencia como por la parte que ocupaba era también de
peligro; otra sobre la sutura sagital de la magnitud de una pulgada al través
que penetrava los tegumentos, la que por su esencia y parte ofendida era de
peligro: otra sobre la sutura obcipital como de dos dedos de longitud y
penetrava los tegumentos hasta el pericranio, la qual así por su esencia como
por la parte ofendida era de peligro; otra sobre el hueso obcipital de la
magnitud de quatro dedos en circuito con separación de una porción de
tegumentos y pericranio, la que así por su esencia como por la parte que
ocupaba e instrumento contundente, con que fue ejecutada ésta y las quatro
anteriores, que se hallan situadas en la caveza, como queda advertido, ya
haian sido dadas estas partes ofendidas contra instrumento duro, boto o
pesado o estos mismos contra las mismas partes y los accidentes primitivos
que han podido resultar y que en el mismo acto del reconocimiento se
manifestaban a la vista como hera el hechar sangre por el oído derecho y
señal de haver echado por las narices, que todo esto podía resultar de un
derrame de sangre debajo del cranio y seguirse también una grande comoción en
consecuencia de los muchos golpes y considera por lo expuesto que estas
heridas en unión heran suficientes sin las antecedentes que lleva declaradas
para producir necesariamente la muerte y añade a pregunta particular que se
le hace que según los signos que previenen los autores en semejantes casos,
como son no haver recivido agua el cadáver ni tener gastadas las yemas de los
dedos como regularmente las tienen los que caen a la agua o son precipitados
a ella estando vivos, forcejeando por livertarse de aquel peligro, entiende
el declarante que lo echaron al río después de muerto. Esto declaró en virtud
del juramento prestado y leídole se afirmó y firmó con dicho Señor Alcalde
mayor y en fee de ello yo el escribano.
Don Manuel de Urrea
Manuel Uxaravi
Ante mi Ximénez, escribano”.
(f. 53v-55v)
|
Declaran
varios testigos:
Francisco Fernández, posadero de
Lerín, de 45 años dice que “haviéndolo sacado del agua el cadáver conoció ser
el de Juan Miguel de Goicoechea, alias Cascachuri”. (f. 56v)
“Lucas
Erdocia, arriero natural del lugar de Cigordia... de 23 años”, cuando se
hallaba en la posada, le invitaron a ver las ropas y se inclinó porque eran de
Juan Miguel, “alias Cascachuri natural de Urdiain”, y dijo que se dedicaba al
azúcar y al cacao y que de vuelta solía llevar vino, en las tres caballerías y
cinco pellejos que usaba.
Josefa
Romero, de 32 años, casada con el acusado Sebastián Lorente, “Sebastianillo”,
tenía un hijo, Antonio, de 14 años.
“Gregorio
Martínez, alias Pichote”, de Cárcar.
Juan Miguel
era primo de Andrés de Goicoechea, cerero de Estella. El 27 de febrero de 1799
se presentan en Sesma Andrés de Goicoechea y Ramón López de Goicoechea, vecinos
de la ciudad de Estella y se hacen cargo de los machos abandonados, que
encontraron en término de Sesma, en “Sesmilla”.
“Yerbas correspondientes a la Corraliza o Corral de Don
Pedro Lozano, sito en el término de Lasarda, entendiéndose asta la presa del
Regadía de Cárcar”.... SIGUE COMPLETO EN PDF 18 P
No hay comentarios:
Publicar un comentario