“Juan Fernández de Garayalde y
Lazcano, de Urdiain, e hijodalgo, contra Esteban de Mendiluce, de Alsasua,
sobre querella por palabras de injuria”.
El 10 de octubre de 1651 Juan Fernández de Garayalde y
Lazcano denuncia que estando tranquilamente al atardecer en la Posada de Pedro
de Urra echaron unos tragos en ella varias personas y entre ellas el
denunciante y Esteban Mendiluce; a éste le recordó que había salido su fiador
en un prendamiento, cosa que negó Mendiluce; Juan le repuso que él no era
ningún mentiroso y Mendiluce replicó que “ninguna nobleça tenía, y que hijo de
clérigo no podía ser noble, y que los cargos que había tenido fue sin
merecerlos, y que de aquí al delante él le guardaría de que lo tuviese, y que
él no hera más de hijos de abad de Urdiain; y
todo esto lo dijo a voces delante de todos y estando colérico, que su mujer no lo pudo llevar consigo del braço a casa, porque arremetía contra el quejante a querer poner manos en él.”
todo esto lo dijo a voces delante de todos y estando colérico, que su mujer no lo pudo llevar consigo del braço a casa, porque arremetía contra el quejante a querer poner manos en él.”
Juan reconoce que es hijo de “Don Miguel Fernández de
Garayalde y Lazcano, abad que fue del dicho lugar de Urdiain, por merced y
privilegio de Su Magestad está legitimado para todos los honores y hoficios,
preheminencias y calidades de que gozan los hijosdalgo legítimos y es notorio
hijodalgo de executoria de su origen y dependencia”. Añade que ha sido Alcalde
del Valle, Teniente de Regidor, y Diputado General, ejerciendo todos los cargos
con plena satisfacción de todos.
Resumen de los
testimonios recogidos:
“Por esta
información de quexa recevida por mandato y comisión de la Real Corte a
instancia de Juan Fernández de Garayalde y Lazcano, vecino del lugar de
Urdiain, contra Esteban de Mendiluce, vecino del lugar de Alsasua, se averigua
con el 1, 2, 3, 4 y 5 testigos de la dicha información y contestan y dicen que
el día diez del mes de octubre húltimo pasado llegó el comisario infrascrito a
la Posada del dicho lugar de Alsasua a la qual llegaron de allí algún rato el
quejante y el dicho Esteban de Mendiluce y después que estuvieron hablando más de
dos oras el quejante le dijo al dicho Mendiluce estas raçones: Mire Esteban que
no a de pensar que porque llebamos pleytos que se lo digo delante de estos
Señores por bengança, bien sabe que por cierta obligación, que a los Regidores
del lugar de Urdiain les deve, le prendaron un buey, y por ver que aquel le
hacía falta para su cemencero y por ruegos de su muger salí fiador para que se
lo volvieran, y como no paga la dicha obligación me inquietan a mí; a lo qual
el dicho Mendiluce le respondió que él no debía nada a los Regidores, y que el
quejante no avía por él echo en toda su vida ninguna fiança, y a las dichas
raçones con toda moderación y cortesía le dijo el quexante: Mire Estevan, que
yo no soy ombre que miento y que le digo lo que no es así; y sin preceder más
razones le respondió al dicho quejante que él no tenía para qué acudir a
ninguno y que no le conocía quién era al quejante, ni toda su jeneración le
conocería y que los cargos que havía ocupado de la Valle de Burunda, los avía
ocupado injustamente, porque él no era hombre noble ni que tenía ninguna
nobleza, porque era hijo de clérigo, y del abad que fue del dicho lugar de
Urdiain, y que ningún hijo de clérigo podía ser noble, y que le guardaría que
ocupase ningún cargo de la dicha Valle, y repetiendo otra vez le dijo: Quién
eres tu, sino hijo del abad de Urdiain; a lo qual el quejante dixo a voces:
Sean testigos, señores de la manera que me a tratado Esteban de Mendiluce; y
con esto los apartaron algunos vecinos que llegaron a las voces; así bien dicen
los dichos testigos que en todo su tiempo de ellos an conocido al quejante, el
qual siempre a estado y está en común opinión, fama y reputación en la dicha
Valle por hijo de Don Miguel Fernández de Garayalde y Lazcano, abad del lugar
de Urdiain y que como a tal lo a criado y alimentado y oy posee su casa y
bienes el dicho quexante, y al dicho abad de Urdiain lo conocieron muy bien y
lo trataron, quien estaba en común opinión, fama y reputación de hombre noble e
hijodalgo y como tal tenía su escudo de armas en la puerta de su casa, que es
la casa donde vive el quexante, a quien así bien an visto que a ocupado cargos
onoríficos de la dicha Valle, así de Alcalde como de Diputado General de ella,
como y de la manera que otros ombres hijosdalgo y nobles sin que en ningún
tiempo le ayan puesto impedimiento alguno, así bien dicen que los cargos, que a
exercido, an sido con mucha rectitud y cuydado, y que es ombre de buena vida y
costumbres, sin que ayan visto cosa en contrario.
Y los testigos 6, 7, 8, 9 y 10 contestan y dicen que conocen desde que
nació al quejante, por ser todos ellos hijos del lugar de Urdiain, en donde fue
nacido y criado el quejante al qual así ellos como todos los de la dicha Valle
lo an tenido y comúnmente reputado...COMPLETO EN PDF 3P
No hay comentarios:
Publicar un comentario