Lo que costaban las tocatas
Dos pintorescos personajes de Cintruénigo se pueden comparar de alguna manera, en tener como norma de su vida, la sinceridad. Uno es Tomás Carrascón de las Cortes y Medrano y el otro Florencio Sánchez. El primero, nacido en 1595, la halló en la Sagrada Escritura, entendida con arreglo a sus luces, que no eran pocas, y sintiéndose llamado por Dios para proclamarla con todas sus facultades, combatió el error y a los hipócritas, que hacían negocio de la fe. Sus andanzas iban guiadas por la búsqueda de los espacios libres, en una Europa agitada, donde exponer sus ideas sobre la verdad.
El otro es Florencio Sánchez, que habría nacido hacia el año 1797 y seguía igual esquema: no mentir nunca, a pesar de andar por el mundo desheredado de la fortuna. Una de las ideas que se inculcaban en los viejos hogares navarros rezaba: decir siempre la verdad, aun en contra de uno mismo. Qué duda cabe que un lema así llevaba cierta carga religiosa, con implicaciones morales; pero, los comentarios a la misma, hágaselos cada uno a su gusto.
En la madrugada del 12 de mayo de 1820 a un vecino de Lerín, llamado Manuel Ruiz, le dieron una soberana paliza, causándole graves heridas; uno de su mismo pueblo, Celestino Torres y tres de “Cintronigo” (Florencio Sánchez, Ramón Ayala y Pedro Navascués) fueron apresados pocas horas después en jurisdicción de Laguardia, término de Portil de Viñas y acusados del caso. SIGUE EN PDF
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